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En el municipio de Campezo, cerca del entorno del Parque Natural de Izki, en Antoñana, podremos encontrar uno de los espacios más paradisíacos de Montaña Alavesa; La cascada de Aguaqué.
Asentada en un cañón de roca caliza y rodeada de vegetación frondosa y fauna variopinta, encontraremos esta cascada de 10 metros de altura la cual es alimentada por el arroyo de Sabando.
Si estás buscando una excursión sencilla, apta para toda la familia, bonita y con premio final en forma de lugar con magia, quédate y descubre los consejos para pasar un día especial.
Cómo llegar
Para llegar a la Cascada de Aguaqué, tienes dos opciones:
- La primera es la ruta que empieza en Antoñana, la cual tiene unos 2,5 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. Esta es la ruta más popular y frecuentada, ya que es perfecta para ir con crios y disfrutar de paisajes increíbles mientras respiras el aire puro que corre por todo el sendero.
El tiempo de duración de toda la caminata varía desde la hora y media hasta las dos horas ya que es una ruta circular y está muy bien señalizada, por lo tanto es casi imposible perderse.
Para coger esta ruta solo deberás empezar desde el pueblo y seguir el sendero de hayas y robles, para terminar disfrutando de una joya escondida en el corazón del Parque Natural de Izki
- La otra opción es coger la ruta que sale desde el pueblo de Korres.
Hemos de decir que esta ruta si que es algo más larga, pero a la vez, es la menos frecuentada, por lo tanto, si quieres asegurarte de que estarás solo disfrutando del camino y te da igual andar algo más, te recomendamos que cojas esta opción.
Esta ruta también ofrece más facilidades para combinarla con otras rutas y senderos del parque. Así podrás completar más tu caminata o incluso pasar por la Vía Verde del Vasco-Navarro.
Dónde aparcar tu coche
- En Antoñana hay un parking gratuito a la entrada del pueblo (junto a la antigua estación de tren). Tiene espacio para coches y furgonetas pequeñas.
Y si quieres hacer un picnic antes de irte, hay mesas cerca.
- Si decides hacer la ruta desde Korres, el aparcamiento está junto al Centro de Interpretación de Izki.
Qué hacer por la zona
- Senderismo suave y calmado, el cual es ideal para todas las edades.
- A la hora de comer puedes hacer un picnic. No hay mesas ni en la cascada ni en la ruta pero una vez terminada puedes comer en la zona de picnic que hay en el pueblo de Antoñana.
- Ver la fauna: En la ruta alrededor de la cascada podrás ver tritones, ranas, pajarillos del bosque y, si tienes suerte, alguna que otra ave rapaz como el buitre leonado o el águila calzada.
- También podrás disfrutar de los pueblos cercanos a la ruta y sus rincones escondidos:
- La muralla medieval de Antoñana.
- El Centro de Interpretación de Izki en Korres.
- Tramos de la antigua vía del tren Vasco-Navarro.
- Y si te gusta la historia y los rincones históricos podrás visitar y recorrer las rutas por antiguos caminos mineros y hornos de brea natural.
Consejos para tu escapada
Lleva buen calzado adecuado a las condiciones que tengas el día que vayas a hacer la visita. Cuando llueve, el barro de las rutas no suele perdonar.
En la ruta, no hay bares ni tiendas donde puedas comprar bebida y comida, así que asegúrate de llevar agua y algo para picar en la mochila.
Si quieres ir con críos que vayan en carrito, ten en cuenta que el camino tiene tramos irregulares y que se puede complicar.
Mejor evitar días de mucho calor o si ha llovido demasiado ya que las condiciones puede que no sean las óptimas.
¿Merece la pena?
Si tienes ganas de visitar la cascada no dudes en hacerlo. La Cascada de Aguaqué es de esos sitios que sorprenden. No es enorme, pero tiene magia. Y el paseo hasta llegar ya te va metiendo en el mood: fauna, flora, tranquilidad e historia... ¿Qué más se puede pedir?
¿Has estado en Aguaqué? ¿Te gustaría descubrir más rincones secretos de Montaña Alavesa? Déjamelo en comentarios 😉
Conócenos más en: www.arabakomendialdea.eus y www.alavaturismo.eus
Explora la Montaña Alavesa y sus paisajes mineros. ¡Te sorprenderán!

En los Paisajes Mineros de Montaña Alavesa no todo es bosque, minas y senderos que llevan a parajes únicos. También hay pequeñas joyas arquitectónicas que nos hablan de devoción, tradición y la historia de la vida rural.
Hoy nos fijamos en cuatro ermitas que, aunque pueden pasar desapercibidas, llevan años formando parte del alma de esta tierra. Están en los pueblos de Antoñana, Atauri, Korres y Maeztu, donde el tiempo se toma las cosas con calma.
Ermita de Nuestra Señora del Campo (Antoñana)
Situada a las afueras del pueblo de Antoñana y rodeada de prados y antiguos caminos rurales que se usaban para el transporte de asfalto natural podemos encontrar esta ermita de origen románico, que aunque haya tenido que sufrir muchas reformas desde entonces, sigue manteniendo esa magia original que la hace especial, como el arco del presbiterio y el ábside en forma de cascarón.
Esta ermita tiene una pequeña espadaña, nave sencilla y una imagen muy venerada por los vecinos, ya que era un lugar tradicional de rogativas para pedir que las cosechas fueran buenas.
Visitar este lugar es ideal si quieres combinarlo con un paseo por la Vía Verde del Vasco-Navarro.
Ermita de la Soledad (Atauri)
Es una pequeña construcción románica construida en piedra de sillería, con un bonito ábside semicircular y dos ventanales del siglo XIII. En el lado izquierdo del altar, preside la ermita una imagen de la Soledad.
Situada en la parte baja del pueblo y siendo un punto clave en las celebraciones religiosas locales, en su entorno se conservan restos mineros, como Mina Lucía y antiguas fábricas de asfalto que tanto caracterizan a esta zona.
Ermita de la Virgen de la Peña (Korres)
Situada en un promontorio rocoso, a las afueras del pueblo y accesible a pie mediante un sendero corto. La ermita de la Virgen de la Peña es sencilla y de construcción más reciente, su ubicación junto con su nombre vinculado a un elemento natural como la peña, sugiere que este lugar pudo tener un valor simbólico o espiritual anterior al de esta edificación.
La romería en honor a la virgen se celebra el fin de semana más próximo al 14 de septiembre, y dura desde el viernes hasta el domingo. Es la ocasión perfecta para ver como toda la comunidad se reúne para sacar en procesión la imagen de la virgen, disfrutar de la misa al aire libre en un lugar con encanto.
Ermita de la Virgen del Campo (Maeztu)
Es de planta rectangular, con dos ventanales, canecillos y arquivoltas, cornisas apeada en breves canes, decorados con motivos diferentes, ábside recto y su nave está cubierta con bóveda de medio cañón.
De origen humilde, con nave única y cubierta a dos aguas, su nombre se asocia a la protección de los cultivos y el ciclo agrícola. En una zona abierta entre campos, esta ermita se sitúa a las afueras del núcleo urbano, junto a la carretera de Apellániz, y es muy querida por los vecinos ya que es lugar de procesiones, romerías y fiestas populares.
¿Qué une a estas ermitas?
Su ubicación estratégica: Las ermitas se sitúan en cruces de caminos rurales, rutas de montaña o antiguas sendas mineras, creando así la posibilidad de visitarlas caminando o en bici, conectando cultura y naturaleza al alcance de cualquiera.
Su modestia arquitectónica y fuerte arraigo en la memoria local hace que cogieran un papel importante como puntos de referencia espiritual y comunitaria.
Ruta para conocer las cuatro ermitas en un día de escapada:
Con un poco de ganas y planificación, puedes hacer una ruta circular en coche, bici o incluso caminando, uniendo las cuatro ermitas:
- Salida desde Maeztu → Virgen del Campo
- Parada en Atauri → Ermita de la Soledad
- Siguiente parada: Antoñana → Nuestra Señora del Campo
- Final en Korres → Virgen de la Peña
Un plan perfecto si quieres pasar un día lleno de historia rural, silencio, monte y patrimonio escondido.
¿Sabías que tantas ermitas tan cerca guardaban tantas historias? A veces, los mejores descubrimientos son los que no aparecen en los folletos turísticos 😉
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Explora la Montaña Alavesa y sus paisajes mineros. ¡Te sorprenderán!

Hubo un tiempo en que un tren entre montañas, que cruzaba túneles y viaductos, conectaba a pueblos que hoy parecen remotos. Ese tren fue el Ferrocarril Vasco-Navarro, una de las infraestructuras más emblemáticas de comienzos del siglo XX en Euskadi y Navarra. Aunque hace ya décadas que dejó de funcionar, su legado sigue muy vivo, especialmente en Montaña Alavesa, donde parte de su trazado se ha convertido en una ruta perfecta para explorar a pie o en bici.
Un proyecto de unión
Inaugurado en 1897, el Ferrocarril Vasco-Navarro fue concebido como una línea estratégica que uniera Estella-Lizarra con Bergara, atravesando localidades como Vitoria-Gasteiz, Antoñana, Maeztu o Atauri. Durante más de medio siglo, fue el eje vertebrador de muchas comarcas rurales, permitiendo el transporte de personas, mercancías y, sobre todo, materiales esenciales como el asfalto natural extraído en minas de la zona.
Fue un ferrocarril de vía estrecha que supo adaptarse a una orografía compleja, y cuya historia está repleta de hitos arquitectónicos, como el túnel de Leorza-Cicujano, o el viaducto de Atauri, una impresionante estructura que todavía, a día de hoy, sorprende a quienes recorren la actual Vía Verde.
El motor de los paisajes mineros
Uno de los factores clave que explica la importancia del Ferrocarril Vasco-Navarro en Montaña Alavesa es su vínculo con la actividad minera. Durante décadas, el tren fue la principal vía de transporte del asfalto natural, un recurso raro y muy valorado, que se extraía en lugares como Mina Lucía, en Atauri.
Gracias a esta conexión, los pueblos de Montaña Alavesa no solo tuvieron acceso a mercados más amplios, sino que también vieron florecer una economía ligada al trabajo minero, los talleres, las estaciones y los pequeños comercios que se agrupaban alrededor del paso del tren.
De línea ferroviaria a Vía Verde
Tras su cierre definitivo en 1967, el Ferrocarril Vasco-Navarro fue cayendo poco a poco en el olvido. Sin embargo, desde hace unos años, parte de su recorrido se ha recuperado como una de las Vías Verdes más atractivas del norte peninsular. El antiguo trazado del tren es hoy un recorrido accesible y bien señalizado que atraviesa bosques, túneles, áreas de descanso y pueblos con mucho que contar.
En Montaña Alavesa, la Vía Verde del Vasco-Navarro es mucho más que una ruta: es una experiencia. Caminar o pedalear por ella permite descubrir el paisaje que acompañó al tren durante décadas, con sus estaciones reconvertidas, sus túneles restaurados y sus miradores naturales.
Patrimonio vivo
Además de ser un corredor natural y cultural, la herencia del Vasco-Navarro se materializa en espacios como el Centro de Interpretación de la Vía Verde del Ferrocarril Vasco-Navarro, ubicado en Antoñana. Allí, los visitantes pueden conocer de cerca la historia del tren, sus protagonistas y su impacto en la vida rural.
Otros elementos patrimoniales como el túnel de Atauri, el viaducto de Arquijas o los pueblos que surgieron y crecieron a la vera del tren también forman parte de este legado que, aunque ya no circula sobre raíles, sigue siendo una vía de conexión con la historia y la identidad de esta comarca.
Un viaje que continúa
Hoy, recorrer el antiguo trazado del Ferrocarril Vasco-Navarro es un viaje al pasado, una forma de revivir la memoria de los que viajaron en sus vagones y trabajaron en sus estaciones. Es también una oportunidad para descubrir el territorio, respirar aire puro y conectar con un entorno natural.
Porque aunque el tren ya no suene en la distancia, su eco todavía resuena entre los árboles, los túneles y los recuerdos de los Paisajes Mineros de Montaña Alavesa.
Conócenos más en: www.arabakomendialdea.eus y www.alavaturismo.eus