Carnavales rurales en Álava - arabaturismo
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Hoy en día apenas quedan carnavales rurales en Álava: Zalduondo, Okariz, Santa Cruz de Campezo y Salcedo. Y los recientemente recuperados del valle de Kuartango y los pueblos de Ilarduia-Egino-Andoin (Asparrena).
Antaño, la mayoría de los pueblos alaveses gozaban de una festividad en el mes de febrero que ponía colorido y música a sus austeras vidas. No era un espectáculo para ser contemplado, sino vivido, un acontecimiento donde todos lo vivían con gran ilusión, sobre todo los jóvenes, que eran los actores principales de la misma.
Como vestimenta se utilizaban vestidos viejos, sacos, pieles, sobrecamas y capotes de los pastores. Los más valientes desafiaban el frío, saliendo desnudos de cintura para arriba y pintados de negro. En la cabeza portaban gorros de paja o de lana, pasamontañas y el rostro lo encubrían con máscaras, mantillas, medias o pintura. Lo principal era que nadie les reconociese.
En las manos llevaban diversos elementos como: vejigas de cerdo hinchadas (“putxikas”), palos largos, trallas de gatos o yeguas, escobas, porras de pastor o varas de avellano. Con ello perseguían a los niños de la localidad. También era común que portasen diversos instrumentos con los que producir un fuerte ruido: carracas, matracas, almireces, cascabeles y además emitían “irrintzis” u otros gritos.
Para recoger la comida llevaban cestos con paja para los huevos, cazuelas, cestas y alforjas. Con frecuencia nos encontramos a un personaje principal: Markitos (Zalduondo), Hombre de Paja (Ilarduia-Egino-Andoin), Porretero (Salcedo), Toribio (Santa Cruz de Campezo), etc. También vemos a otros personajes habituales; uno de ellos es la Vieja. En algunos lugares era ella la protagonista de la fiesta a la que se le quemaba.
Los jóvenes que hacían de bueyes arrastraban un carro que transportaban las aulagas para el fuego de la plaza. En diversos lugares, tres jóvenes representaban a la autoridad local y salían disfrazados con sus peculiares capas y marchaban al final de la comitiva carnavalesca.
Al paso de la comitiva carnavalesca, los disfrazados podían arrojar o manchar con diversos elementos: ceniza, harina, agua… Acudir a este festejo bien vestido, no era precisamente buena idea. En muchos casos se representaban situaciones reales de forma jocosa: un embarazo problemático, una relación no aceptada (un viejo casado con una joven), un defecto conocido (bebedor, usurero), un enfrentamiento entre vecinos, etc.
Carnaval rural de Agurain
Algunas localidades, por su mayor tamaño y por ser la capital administrativa de una zona, se convertían en focos de atracción para los jóvenes del entorno. Uno de los más significativos fue Agurain. Los carnavales de esta villa son uno de los más importantes y espectaculares de La Llanada Alavesa.
En estas fechas al mozo mayor de la localidad se le tenía respeto y los mozos más jóvenes hacían de alguaciles o jurados. En la mañana del lunes, desde muchos pueblos de los alrededores (al menos desde Ilarratza hasta Egino) los jóvenes acudían con sus propias carrozas. Las carrozas se reunían en la plaza de San Juan y hacían un desfile hasta la iglesia de Santa María. El ‘Martes de Carnaval’, por la mañana, no faltaban los jóvenes a la misa.
Por la tarde, los jóvenes se vestían de “Porreros” (antiguamente se les denominaba “Morrokos” o “Porrokos») A los dos más fuertes se les uncía, a modo de bueyes, para ello se les ponía el yugo sobre los hombros y tras ellos, llevaban un carro. Según cuentan, en algún tiempo salía el “Porrero” con un pellejo de vino hinchado a la espalda, sobre un saco de tela doblado, colgando de su espalda. Le perseguían y golpeaban, hasta expulsarlo de la villa.
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